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Cuando aprendí a hacerme pequeña…

A veces, en el afán por encajar, evitar conflictos o no molestar, aprendemos a reducirnos, a hacernos pequeñas, invisibles, con la esperanza de que así las cosas sean más fáciles. Sin embargo, hacerse pequeña puede dejar un vacío silencioso que pesa más de lo que parece.

El peso invisible de minimizarse

Cuando hacemos espacio para todos menos para nosotras, cuando apagamos nuestra voz o nuestras emociones para no “ser demasiado”, comenzamos a sentir que perdemos parte de nuestra esencia.

Este acto, aunque muchas veces inconsciente, puede generar un cansancio profundo y un sentimiento de insatisfacción que no siempre sabemos nombrar. Nos acostumbramos tanto a hacer menos ruido que olvidamos cómo hacernos visibles y auténticas.

Cuando el cuerpo dice “ya basta”

Nuestro cuerpo también nos muestra las señales de que hemos dejado de priorizarnos: dolor de espalda, fatiga constante, tensión en el cuello o incluso ansiedad y tristeza.

Escuchar estas señales es fundamental para empezar a recuperar el espacio que nos merecemos y reconocer que nuestra voz importa, que nuestras emociones son válidas y que nuestro bienestar es una prioridad.

Reconectar con tu espacio interior

  1. Siéntate en un lugar cómodo y cierra los ojos.
  2. Imagina un lugar seguro y cálido donde puedas ser tú misma sin miedo ni juicios.
  3. Visualiza que ese espacio se va haciendo más grande, y que tú ocupas todo ese lugar con tranquilidad y determinación.
  4. Respira profundo y repite mentalmente: “Mi voz importa. Mi espacio importa”.
  5. Quédate ahí todo el tiempo que necesites, permitiéndote sentir esa presencia tuya que merece ser vista y escuchada.

Este ejercicio es un pequeño recordatorio de que no tienes que hacerte pequeña para encajar, sino que mereces un espacio tan grande como tú misma.

Volver a hacerse grande, paso a paso

Aprender a hacerse grande implica caminar lento, con cariño y paciencia. Se trata de reconocer y celebrar nuestra valía, nuestras emociones y necesidades, nuestros logros.

El mundo necesita que te muestres, que eleves la voz. El mundo necesita valorarte.